Espada Negra: juego de rol
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Cesiria (su daño)
22-3-2013 15:38
Por Verion
Corría el octavo año de este milenio y nos andábamos con alphas de diferentes sistemas para Espada Negra. En ese momento era bien diferente, basado en niveles, que luego transmutó en su "mejor" edición, en la que elegías un talento relacionado con el atributo en cuestión si el nivel al que accedías era múltiplo de (6-valor del atributo). Pero divago.


Jugamos una de las campañas más interesantes de esta era, "Las montañas Sorak", un lugar bastante especial (que en el año 472 no tiene ni nombre) que dio lugar a mucha implicación de los jugadores.


Lo siguiente fue uno de los sucesos. Vaseus era jugador, Cesiria no. Pero era uno de esos PNJ "seguidores" con mucha personalidad. Los hechos justificaron el siguiente relato. No está muy corregido.






Viento.
En la cima del cerro, con los ojos cerrados, Vaseus solo sentía el viento. No la responsabilidad, no la lejanía al hogar, ni tan siquiera el frío del anochecer tan típico de esa región, incluso en el verano. Simplemente sentía el viento fluir de un lado a otro de una forma natural, armoniosa, y solo podía sentir lástima de no estar volando en sus corrientes.
-¡Vaseus! ¿Estás aquí? –preguntó Cesiria.
El tenabrius abrió los ojos. Sabía que algo se acercaba hacia él, pero su bien anclado instinto guerrero no le había alertado. No era necesario, en ningún caso Cesiria suponía un peligro para él. Abrió los ojos y se levantó, por ayudar a la invidente.
-¡Aquí! – le indicó con un grito. Se acercó a ella-. ¿No viene nadie contigo? –le preguntó, tomándola del brazo. Ella se revolvió, soltándose.
-Soy ciega, no inútil –replicó ella.
Vaseus la miró, ligeramente inquieto. Caminaba con cierta torpeza y falta de dignidad, pero que le mataran si fuera él quien se lo dijera.
-¿Cómo has sabido dónde estaba? –quiso saber.
-Dicen que pasas mucho tiempo en el cerro. Y no hay muchos cerros por aquí –sentenció ella.
-Ahá –respondió Vaseus, simple. Desde que a Cesiria le habían arrancado los ojos se resistía a hablar de ello, y quería dejarla a su ritmo en lo que a hablar se refería. Además, el silencio no le molestaba. Le dejaba escuchar el viento.
-¿Es aquí donde te sientas? –preguntó ella.
-En esa piedra. Esto, a tu flanco derecho. Nor-noroeste.
Cesiria avanzó con las manos por delante, sacó su espada y se sentó con las piernas cruzadas sobre la roca. Vaseus se sentó, también, a su lado, y volvió a escuchar el silencio.
-¿Cómo está la luna? –preguntó ella-. Me gustaba la luna –añadió.
-Hace tres días estaba en luna llena. Ahora está ligeramente menguante, arriba del todo. Da una luz que hace sombra en un cielo sin nubes –explicó.
-Se echan tantas cosas de menos… -dijo, con pesar.
Vaseus volvió a quedarse callado, mas en esa ocasión cogió la mano de la mujer y la apretó ligeramente. Esta pareció responder durante un momento, mas se soltó repentinamente.
-Arreus ha muerto –indicó.
Vaseus asintió con la cabeza. Después fue consciente de que no le veía, y murmuró como asentimiento. Se consideraba que Arreus era responsable del atentado que le había costado los ojos a Cesiria, bien por acción u omisión, y como ella era la responsable del centro de reeducación, se le había entregado con la especial tarea de recibir un interrogatorio particular. Todos esperaban que Cesiria ejecutara su venganza sobre él, y nadie la culpaba, pero ella no había ido por la vía rápida, aún más, había sido pulcramente técnica. Le había sometido a las duchas frías normales, y le había encarcelado todas las noches. Y día tras día, le habían llevado la comida sin hacerle una sola pregunta. Vaseus se preguntaba cómo sería permanecer tantos días sin hablar con nadie.
-¿Cómo ha sido? –preguntó, procurando no sonar hostil.
-Se arrancó las venas a mordiscos. Escribió “Lo siento”, en la pared. Yo… yo… yo he querido suicidarme, pero no he encontrado el valor.
Vaseus miró a Cesiria. Las últimas palabras habían sonado temblorosas, y aunque una tela tapaba las vacías cuencas de sus ojos, podría decir que estaba llorando. No tenía muy claro por qué, pero, se atrevió a aventurarse.
-Algún día vas a tener que contarle a alguien lo que pasó.
Cesiria sollozó un par de veces.
-¿Por qué mierda tuvimos que venir a este lugar? ¿Por qué no nos quedaríamos en casa? –preguntó, nerviosa.
Vaseus pensó la respuesta. Él había ido ahí porque se lo habían ordenado sus superiores.
-Eso nunca me lo has dicho –respondió, al fin.
Cesiria sollozó unos segundos más, y se forzó a calmarse. Empezó a hablar, y lo hizo despacio, con cierta calma.
-Me desperté porque alguien me golpeó en la cara. No tuve ninguna oportunidad de reaccionar. Lo siguiente que se es que estaba siendo arrastrada por un pasillo del centro de reeducación. Apenas podía sentir ni pensar nada, porque estaba muy aturdida, pero cuando vi a quien me estaba arrastrando, que no tenía ojos, ni carne en la cara, intenté gritar, sin efecto. Me llevó al sótano, y me ató sin que pudiera hacer nada. Lentamente… lentamente fui recuperando la consciencia, y me di cuenta de que había otras cinco personas, como yo.
La voz de Cesiria había empezado a temblar, y ella detuvo el relato para recomponerse. Vaseus se inclinó para mirarla, sin hacer ruido.
-¿Ya se lo había hecho?
-No, todavía no. Eran presos del centro, y estaban llorando, tenían miedo, miedo porque le veían la cara a ese hombre, la cara no, el cráneo, y sentían miedo, pero todavía no podían saber lo que les iba a hacer. Yo intenté soltarme, y lo único que conseguí fue caerme de lado, con la silla. El hombre se acercó a mí, me incorporó con torpeza, puesto que no veía, y acercó su cara a la mía. Intenté apartar la mirada, pero me agarró. Me dijo “Te voy a dejar para el final, porque tú eres especial”. Su voz sonó húmeda, sucia, y me llenó de miedo, pero no más que lo que vino después.
Cesiria intentaba hablar despacio, pero según avanzaba en su explicación se ponía más y más nerviosa, y finalmente rompía a llorar.
-No tienes que seguir si no… -dijo Vaseus.
-Cogió al primero, y le cortó las mejillas –dijo entre llantos-. Después le dio un tajo en la frente, y tiró de su pelo, arrancándole el cuero cabelludo, lentamente. Después las orejas, y lentamente la carne de la cara. Lo hacía lentamente, guiándose solo por sus manos, mientras sus cánticos religiosos desaparecían entre los gritos de agonía del hombre, y los lloros de los demás. No perdió la consciencia hasta que le arrancó los ojos. Todos los demás lloraban, imploraban su lástima, le ofrecían cosas que no tenían, gritaban. Yo me dije a mí misma que no gritaría, pero grité, y lloré. Busqué consuelo en Sylviz, y lo encontré, pero solo durante uno momento, después grité como uno más Lloré, y lloré, sin nada más que miedo.
Ahora Cesiria estaba algo más calmada, y contaba la situación con fatalismo.
-Se tomó su tiempo con los otros cuatro. Lo hacía despacio, deleitándose en los gritos de cada uno de ellos mientras rezaba a su diosa oscura. Mi única esperanza era que se le acabara el tiempo, que alguien entrara por esa puerta y me salvara. Pero no ocurrió.
Cesiria marcó una pausa. Su respiración estaba acelerada, y de nuevo estaba temblando.
-Cuando se puso frente a mí. Me enseñó el cuchillo. Yo solo podía llorar y temblar. Me dije que no suplicaría, que sería inútil, que moriría con algo de orgullo, y supliqué, a sabiendas de que era inútil. Entonces… entonces se rio de mí, se me acercó, y me habló. Me dijo… me dijo… me dijo… -repitió, llorando.
-Tienes que sacarlo afuera –recomendó Vaseus.
-Me dijo que disfrutaba del sonido del cuchillo contra la carne, del cuero cabelludo separándose, del tacto de separar las orejas, del rasgar de los labios al ser arrancados, y sobre todo de los gritos que proferían. Me dijo que podía hacerlo sin que perdiera la consciencia, pero que todos perdían la consciencia cuando les arrancaba los ojos. Me dijo que renunciaría a escuchar mis gritos, que empezaría por mis ojos si yo renunciaba a mi dios. Si decía a voz viva que odiaba a Sylviz y que renegaba de él. Me dijo que lo dijera claramente. Y lloré, y entre lágrimas, lo dije... lo dije, Vaseus – sollozó-. Me hizo repetirlo más alto, y lo repetí. Me hizo gritarlo, y lo grité. Grité con todas mis fuerzas que odiaba a Sylviz.
Vaseus la abrazó, y en esa ocasión ella no se separó de él. Sollozó, y lloró hasta quedarse afónica.
Hasta que solo quedó viento.

Re: Cesiria (su daño)
25-3-2013 22:26
Por Siul
Buenas:
Me ha encantado el relato.
Muy bueno ;)