Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Lo que es la fragilidad
24-10-2017 11:48
Por Verion
Hay quien diría que soy uno de los autores de fRáGiL. En la escasa proporción en la que esto sea cierto, mi participación no significa que yo haya creado algo, sino que más bien algo ha pugnado por salir de mí y me ha utilizado como herramienta.

Quizá en cierto sentido algunas personas somos el canal de ideas que son un eco social o personal, una reflexión necesaria o innecesaria que permite que el néctar se convierta en miel, o con una metáfora más adecuada para este caso, que el pus emerja del cuerpo y goteé como testigo de la enorme infección interior.

Creo que una de las reflexiones fundamentales de esta obra es que todos somo… bueno, muy frágiles. Nos podemos sentir más o menos constantes, o quizá incluso sólidos o persistentes, pero en realidad nuestra estancia en este mundo está muy sujeta a una serie de variables que no podemos controlar. La reflexión adyacente es que nuestra estabilidad mental es aún más delicada, y que puede romperse con extremada facilidad sin que la unión de los pedazos resultantes tenga por qué ser el sujeto original.

En cierto sentido Espada Negra y fRáGiL comparten este mensaje. En el primero, los defectos de las personas amenazan con destruir el mundo, mientras que en el segundo la sociedad ya ha sido destruida, y lo peor de cada uno no solo asoma la cabeza, sino que se ha convertido en su cara más visible.

Pero la fragilidad no es un concepto tan simple. Es su propia causa y su propio efecto. Es el concepto sustancial en el que algo se alimenta a sí mismo para que generación tras generación el hecho sea más evidente. Me refiero a la reiteración del pensamiento acrítico, de la justificación de las acciones más perniciosas, de la negación de la responsabilidad más evidente para cualquiera que mire desde fuera.

Un famoso economista del siglo veinte dijo “Cuando todo el mundo está loco, estar cuerdo es una locura”. Siguiendo esta línea de pensamiento, en un mundo loco no es sensato estar cuerdo. Los que sí lo están carecen de la forma de empatía más básica, y por lo tanto también están locos. En el mundo de fRáGiL esto es muy evidente porque para todo el mundo la locura es una realidad muy cercana, casi palpable, por la que casi todo el mundo tiene que pasar. Hasta el carácter más robusto, más firmemente enraizado en fuertes creencias tendrá que aceptar que toda su anterior estructura de vida ha cambiado. De una forma u otra tendrá que asumir su fragilidad, exactamente igual que todos los demás.

Los personajes de fRáGil pueden mirar al pasado y recordar el principio del siglo XXI como lo que ahora es. Se acordarán de un tiempo en el que sus vidas eran más sencillas, un tiempo en el que daban por sentado cosas como la electricidad, el agua potable, las comunicaciones, las medicinas, o simplemente incluso el afecto. Pero si tienen tiempo, quizá sean conscientes de lo que hacemos con esos recursos, de las formas en las que nos enfrentamos, y del daño que nos hacemos a nosotros mismos en el afán por la codicia individual. Quizá puedan dedicar una sonrisa al recordar cómo hacemos un mundo de problemas insignificantes como lo que ha ocurrido en tal red social, o lo que nos ha dicho el jefe.

Pero en verdad tampoco van a tener mucho tiempo para hacer algo así, porque van a estar muy ocupados sobreviviendo. En verdad, fRáGiL no es un juego que pretenda despertar una reflexión concreta como si quiere hacer este artículo, sino que más bien permite aventuras episódicas desenfrenadas en su acción y violencia. Uno puede simplemente vestir ropas negras y armas improvisadas y adentrarse en la psiónica sin ni siquiera entenderla, pero la fragilidad es algo más que todo eso.

Quizá sea un concepto que sea muy sencillo, pero sin duda para mí es algo sofisticado que ni siquiera sé explicar en el grado que yo lo entiendo, y me ha requerido vivir mucho, y perder el control de mi propia existencia, pero en realidad es algo que no es tan ajeno.

Sugiero al lector un ejercicio simple: pensar en una persona actual, un occidental del siglo XX concreto, y pensar en primer lugar en las ocasiones que ha causado un daño por acción o inacción a un tercero. Pensar en si esa persona se ha sentido culpable por ese daño causado, y también en el daño que le han hecho a esa persona.

Para continuar, sugiero pensar en cómo se sentiría esa persona si aquello que más quiere, aquello que define su vida y que le hace levantarse por las mañanas, desapareciera sin previo aviso. No es un ejercicio complicado, existen muchos eventos que pueden ocurrir y de hecho constantemente ocurren que pueden despertar ese tipo de situación.

Finalmente, para concluir el ejercicio, sugiero pensar en cómo se comportaría esa persona si todo lo que da por supuesto desapareciera. Si todo pasara a no funcionar.

En verdad todo esto ya está en nosotros. El potencial de causar un daño por el mismo funcionamiento del sistema que no podemos parar ni frenar, la capacidad de inmunizarnos al dolor ajeno e incluso a propio mediante la reclusión consentida en un mar de estímulos inabordables. Y también la posibilidad de colapsar, de entrar en una crisis con tanto dolor que no deje al cerebro otra posiblidad que reconstruirse de una forma irreconocible e impredecible.

En verdad, desde esta perspectiva, ya vivimos en un mundo fRáGiL. A los roleros, en, verdad, se les va a dar bien este juego sin tener que hacer nada más.




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