Hermanos Juramentados de la Espada Negra
CBJDR: ¿Por qué dirijo?
29-7-2014 13:05
Por Verion
A principios de mes escribí una frase que causo hilaridad entre algunos parroquianos de guguel pus, en relación con el Carrusel Bloguero del mes, hospedado por Senshi, autor de “El Crítico Blanco”. En esa frase hacía relación a que “tendría que meditar mucho”. Alguien podría pensar que una pregunta tan simple como “¿por qué diriges?” no puede dar demasiado que pensar. En realidad yo tengo bastante claro por qué dirijo, pero la pregunta es tan amplia que tenía que pensar en como dar una información correcta sin ser demasiado íntimo, así que le di bastantes vueltas a la estructura de este artículo.


Al final he cambiado de idea, y he decidido mostrarme (una vez más) vulnerable. Ya lo hice en el artículo sobre los crowdfundings y en el de los géneros literarios. Le estoy cogiendo el gusto a mostrarme vulnerable ante personas que no conozco, o que incluso me desprecian.

Va a ser largo. Va a ser cronológico.

Recuerdo perfectamente el día en el que dirigí por primera vez. Fue en un caluroso día de una primavera en el erial en el que vivo. El día anterior un compañero de colegio y vecino de mi pueblo me indicó que tenía una forma de ocio (no con esas palabras) que me gustaría. Jugué mi primera partida, y me gustó tanto que solo tardé veinticuatro horas en dirigír yo una partida. Y debe ser que era la buena elección del grupo, porque siguió así.

No se piensen sus mercedes que jugábamos a juegos comerciales de verdad. Nos creábamos unos reglamentos miserables con los que usar los dados más chulos. Actualmente me parece una basura, aunque a veces veo proyectos cuyos curiosos reglamentos me recuerdan a ese inocente apaño.

Para mí el jugar el rol llenó un vacío propio de esa etapa de la vida en la que empiezas a ser mayor para juegos de niños y tienes que pasar a los de mayores... pero yo no encajaba en todo aquello. Porque, afrontándolo, nunca fui bueno en los deportes ni fui bueno en socializar. Y aunque poco podía hacer por lo del deporte, en lo de socializar más bien fue una elección, porque los que me rodeaban me parecían imbéciles con preocupaciones propias de descerebrados.

En verdad no sé qué habría sido de mí si no hubiera descubierto los juegos de rol. Creo que enterrado en una frustración de no encontrar comprensión externa en una sociedad de miserables me habría suicidado en la adolescencia. O quién sabe, quizá me habría puesto a escribir, cosa que por cierto también hice. Escribir se parece un poco a dirigir rol. Tiene características comunes... pero a nadie le interesa, ¿verdad? Este artículo va sobre rol.

Llegado a la citada adolescencia, las cosas cambiaron mucho. Ya no jugaba a un juego nefasto, sino a AD&D. Bueno, visto ahora tampoco me parece un gran juego, pero a nuestro inmaduro intelecto le servía, y hablo en plural porque viví en esos tiempos una de las mejores campañas que he dirigido, ya con el primer setting de Espada Negra. Había encontrado en mi instituto a muchas personas que les gustaba jugar al rol. Y debía ser la elección adecuada para el director, porque llegaron jugadores de lejos, incluso algunos que ya no estaban en el instituto, sino en la universidad. Llegué a mi récord de jugadores en una partida: doce, y eso sin contar el público, en un exagerado fin de campaña que desde luego yo recordaré mientras viva, sentados en el suelo de los bajos de un bloque de pisos, en una tarde lluviosa de octubre.

En aquellos tiempos dirigía porque tenía jugadores y tenía un público. No podía defraudarlos, era una historia que nos gustaba a todos, y el deseo de llevarla a su justo lugar era muy fuerte. Diría que ellos tiraron de mí más de lo que yo tiraba de ellos. Era una responsabilidad.

Si me permiten sus mercedes el inciso, por aquel entonces no odiaba menos a la humanidad, sino que el paso de los años había aferrado mi desprecio con razonamientos, y la seguridad de que no quería formar parte de una sociedad con principios miserables me determinó a alcanzar elecciones morales firmes y propias. Entendí, ya entonces un principio que detallaré al final del artículo.

Aunque a lo largo de mi vida ha habido muchísimo rol, tuve un periodo en el que no dirigí. Lo traigo a colación porque en realidad, de alguna forma, es parte del tema: ¿por qué no dirigir? Pues porque por aquel entonces mi viejo grupo se había desintegrado. Algunos de ellos estaban sumidos en las responsabilidades propias de la edad, otros habían encontrado novia y estaban muy centrados en ella... y no conseguía un grupo estable. Así que uno de los motivos para no dirigir es no tener “con quien”, porque han sido capturados por un enemigo invisible.

Por aquel entonces el hermano Sigeiror y yo buscamos otras formas de canalizar este ímpetu de nuestro espíritu, y lo conseguimos mediante un juego de cartas, concretamente L5r. Este entorno estuvo muy bien, porque era parcialmente rolerístico, tenía un ambiente con el que fliparse, además de una parte competitiva, algo que, por si no se nota, nos va bastante. En este ámbito hicimos grandes esfuerzos por juntar rol y competiciones, y promovimos interesantes híbridos, que salieron mejor o peor. Recuerdo que en la última época realizaba un torneo independiente todos los domingos, y que concretábamos una historia con los resultados que luego fui uniendo en relatos. Así que ni aún así dejé de dirigir. Diría que en este caso dirigía casi-rol porque estaba tan dentro de mí que no podía evitarlo.

Recuerdo que después de que aquella forma de vida se rompiera, decidimos hacer el servidor de Espada Negra de NWN. Tenía muchas ideas de dirección que había sacado de mi experiencia en los tiempos de L5r y de los grandes tiempos de la campaña original de Espada Negra. Buscábamos una estructura de rol sin máster, más bien gestionada por eventos semi automáticos e interacción de jugadores en los que los intereses opuestos fueran el motor de avance. Yo lo llamaba “entorno de simulación social”, pero no salió bien. Diría que en esa extraña época dirigía porque quería experimentar.

Y de los fracasos y aprendizajes de todas las épocas anteriores surgió una nueva forma de actuar en la que la Hermandad se hizo consciente de sí misma. Por ciertas casualidades (o causalidades) contábamos con varios de los miembros del grupo original, incluyendo a Sigerior, Siul y yo mismo. Decidimos una forma de obrar basada en unos principios, y nos pusimos a jugar al rol y a crear nuestro juego. Y me disculparán sus mercedes si me salgo un poco de tema, pues está relacionado porque en esta fase seguí dirigiendo yo las partidas. Por aquel entonces diría que dirigía porque probábamos sistemas con los que conseguir la adecuada expresión del mundo de Espada Negra.

Han pasado muchos años desde ese momento, y en la actualidad no dirijo por ese motivo. Por fortuna en la hermandad hemos conseguido una campaña de amplia trascendencia, y en esta de nuevo vuelvo a dirigir por los jugadores porque se ve que les gusta, y me gusta que les guste.

También dirijo partidas en jornadas. En este caso diría que lo hago por difundir Espada Negra, pero no solo por el juego en sí, pero también sus ideas. Me encanta cuando dirijo “El arte de la muerte” y los jugadores se quedan impresionados por la expresión de esa aventura.

La verdad es que miro atrás y pienso que he dirigido por muchos motivos, tantos como mi misma evolución como persona. Pienso en el muchacho más bien gordo e inseguro que encontró una forma de paliar el sufrimiento de su aislamiento. Pienso en el adoslecente que, cansado de las preocupaciones desquiciantes de sus compañeros de instituto, tenía la cabeza en las historias de las partidas, y en levantar más y más quilos en el gimnasio, porque bajo todo aquel peso no había idioteces ni personas que le molestaran, solo estaba el peso y él. Pienso en el universitario que buscaba nuevas formas de expandir el rol sin que fuesen rol.

Pienso en el “yo” actual. El empresario relativamente acomodado que ha explorado muchos más matices de la existencia (por ejemplo, bajo unas pesas mucho más grandes que el adolescente).

El caso es que todas estas versiones de este humilde servidor de sus mercedes tenían algo en común y relacionado con el rol.

Siempre odié la sociedad.

De niño odié la estructuración del éxito que luego se confirmó en la adolescencia, en la que para encajar había que beber, ir a discotecas y hacer cosas que me parecían estúpidas. Odié la soledad a la que me condenaban.

De adolescente odié el sistema educativo en el que el carácter de casi todo el mundo estaba reprimido y orientado a encontrar un trabajo en el que fueran desgraciados toda la vida.

Incluso ahora odio mi razonablemente exitosa empresa, en la que tengo que muchas veces negociar con personas que no me caen bien (es una forma suave de expresarlo), y dedicar tiempo (aunque no mucho) a asuntos no muy creativos.

Lo que quiero decir con todo esto, es que siempre he opinado que la sociedad ejerce un poder vanalizador sobre todos nosotros. Como si de jóvenes estuviéramos cargados con una energía sobrenatural que se nos va arrancando mediante diversiones necias, estudios mal definidos y trabajos alienantes.

Así que durante todo este tiempo también dirigí porque era una batalla contra ese enemigo invisible y peligroso que absorbía el alma a todos los seres que iba conociendo, y que configuraba al mundo como el horrible lugar que es, cargado de injusticia, de políticos y de caos. Por que es una forma de recargar esa energía escondida y de otra forma menguante.

Y por supuesto, por encontrarme con personas que de forma consciente o no, compartieran esta lucha. Personas como Senshi, anfitrión del Carrusel Bloguero de este mes, o algunos de los jugadores con los que tengo el honor de tratar.

Aprovecho para transmitir mi más respetuosa salutación al que haya llegado hasta aquí. Somos guerreros.

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