Hermanos Juramentados de la Espada Negra
Respeto
26-6-2014 12:20
Por Verion
Hoy no traigo a los respetables lectores un texto sobre Espada Negra ni sobre trucos de dirección de una partida, sino que voy a hablar simplemente de una cualidad de las relaciones humanas que tiene mucha enjundia. El respeto.

Se trata de un concepto tan importante y complejo que incluso tiene regulación legal, como los casos de injurias y derecho al honor, implicando censuras que muchos conocemos, algunas ejecutadas de forma legal, y otras mediante influencias. Los grupos religiosos son especialmente rápidos sintiendo que se les ha faltado al respeto, y sus grupos violentos son particularmente expeditivos.

Las artistas y creadores también suelen desear que las críticas a sus obras se realicen desde el respeto, y que estas no dañen su imagen o auto estima. Es muy fácil que bajo la crítica se escondan ataques hirientes que pueden incluso llegar a destrozar un espíritu creativo para siempre.

Con el cambio de paradigma de la sociedad de la información la situación ha dado un vuelco y el respeto parece haberse vuelto más importante que nunca. Con un internet poblado de disusiones y comentarios, las faltas de respeto suelen romper el ritmo de buenas conversaciones y argumentaciones.

Dicho este no demasiado breve preámbulo señalaré que aquí concluye la parte más o menos objetiva del artículo, y llega mi opinión. Por eso es un artículo de opinión, e incluso de sentimientos, así que ruego que sus respetables lectores me disculpen si no soy del todo riguroso.

Diría que en este asunto de ofender a una persona hay tres niveles, que ordenaré de la más perceptible a la más sutil.

Las ofensas que hacen daño.

No me refiero a las críticas que destrozan psiclógicamente a una persona (aunque quizá también), sino más bien a las agresiones físicas que dañan su ser. A fin de cuentas darle una paliza a alguien por "ser un melenas" es una gran falta de respeto. Ni que decir tiene que estas agresiones físicas son bastante perniciosas para la sociedad, y las leyes suelen castigarlas.

Las ofensas que incitan al odio.

En este caso me refiero a aquellas ofensas que no causen daño al sujeto en si, sino que solamente le faltan al respeto verbalmente o por escrito. Si por ejemplo alguien me pone un cartel en la puerta de mi casa indicándome que desprecia a los de mi condición, estaríamos en uno de estos casos en tanto que a mí este tipo de comunicaciones no me afectan.

Ahora bien, hay que tener mucho cuidado porque estas manifestaciones tienen otro efecto por el mero hecho de existir, y es el de alentar a otros partidarios de esa forma de pensar no solo a manifestar su odio (o fallta de respeto) sino incluso a pasar a agresiones mayores.

Las ofensas que incitan al odio también se regulan. A veces.

Las ofensas que solamente se piensan.

Seguramente existan personas que opinen mal de mí, y que se lo callan. Se lo guardan para dentro, y ya está, no manifiestan falta de respeto alguna.

Pero en realidad está ahí dentro. Aunque no se perciba.

Desde luego no hay legislación contra este tipo de faltas de respeto. Diría que ni siquiera hay ninguna preocupación social. Sin embargo son las que más me preocupan a mí, porque son el tipo de hipocresía moderna difícil de detectar, que va echando raices en cada mente individual (o colectiva, si se reunen), sin que se pueda tomar medida alguna, y no me refiero a las leyes.

Yo, personalmente, siempre he preferido que las faltas de respeto vinieran en voz alta y con rotundidad, para que yo supiera donde tenía un enemigo. De esta forma puedo tenerlo vigilado y concentrarme en él cuando lo veo en el horizonte.

Y no es que yo sea un tipo más duro que el clavo de un ataud al que no afecten las críticas. Supongo que me hacen daño como a cualquiera, pero incluso aún así prefiero el dolor de un puñetazo directo que el sigiloso infiltrarse de un pensamiento hostil ante el que no puedo anticiparme.

Y prefiero, con mucho, que aquellos que enarbolan banderas ridículas o actos para mí horrendos los muestren en público. Porque así puedo saber dónde están, puedo combatirlos, y saber cuándo debo preocuparme.

Diré, como última opinión (falible) que dudo que alguna censura sea útil. Y a aquellos que expresan opiniones a mis espaldas les señalo que aún así acabo enterándome. Y al final los estaré esperando como a los demás. Preparado y con muy mala leche.


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